viernes, 17 de diciembre de 2010

Notas de hoy 17 de diciembre de 2010

Status Hoy
Denuncian despidos injustificados en la UDLA
Por: Status
Hoy en día las instituciones privadas de educación superior en México destinan una cantidad importante de sus recursos para convencer a las familias mexicanas que son la mejor opción para los jóvenes estudiantes.
En este contexto, cuando una universidad asegura ser la mejor, las preguntas que nos debemos hacer es: ¿bajo qué argumentos una institución educativa se promueve como la mejor opción? ¿Cuáles son o deberían de ser los parámetros para definir calidad educativa?
La respuesta no es nada fácil ni concluyente, ya que muchos son los factores que entran en juego para garantizar una calidad educativa y la existencia de instituciones de excelencia. Sin embargo, existen ciertos elementos sin los cuales difícilmente podríamos asegurar que los jóvenes estudiantes se encuentran desarrollándose en un ambiente universitario que coadyuve en la maximización de sus potencialidades.
Sin lugar a dudas, uno de los eslabones necesarios que pueden garantizar calidad educativa reside en las personas que directamente se encargan de transmitir el conocimiento a la comunidad estudiantil. En este sentido, argumentamos que por más que las instituciones educativas viertan recursos en las instalaciones del campus, o en un bombardeo de spots radiotelevisivos, de poco sirve dicho expendio de recursos si el eslabón crítico no es el óptimo.
Dos características muy básicas nos pueden dar idea de cómo distinguir a un buen docente y por ende a una universidad que valga la pena: la posesión y generación de conocimiento especializado y la habilidad y compromiso con y para la actividad docente. El maestro no solamente debe transmitir las herramientas necesarias al estudiante para que se pueda desempeñar en el campo laboral, sino que también debe proveerle las herramientas para ser reflexivo y crítico. De esta forma, al cumplir su función contribuye a formar individuos capaces de funcionar colectivamente, de mejorar la convivencia social. La presencia de un cuerpo docente de calidad es una condición necesaria que garantiza una educación que forme ciudadanos responsables, críticos y productivos.
Actualmente las universidades, tanto públicas como privadas en muchas partes del mundo y de nuestro país, han adquirido el compromiso social de asegurar al docente las condiciones para que pueda profundizar su conocimiento por medio de actividades como la investigación. Se ha creado la figura del profesor/investigador de tiempo completo, se ofrece libertad de cátedra, respeto a la libertad de consciencia, y se asegura un ambiente laboral justo y estable.
Pero hoy en día, en el contexto de la liberalización económica, el campo de la educación superior privada en el país parece que se encamina a una crisis de valores e identidad. Parece ser que cada vez es más difícil poder estar seguros de que las instituciones cumplen con su compromiso más básico con la calidad y el desarrollo social. En la ciudad de Puebla, en la que sabemos del gran número de universidades privadas que existe, es posible identificar ciertas señales que no desmienten lo anterior.
En el campo de las Relaciones Internacionales, las instituciones educativas parecen haber iniciado una “carrera hacia abajo” : ante lo competido que se ha vuelto el mercado educativo, optan por reducir costos y sacrificar estándares de calidad debido a que ahora su principal interés es asegurar la sobrevivencia económica.
El problema fundamental aquí, es que una de las áreas predilectas para reducir costos es justamente en el eslabón más necesario: la planta docente. Existen universidades en donde el docente no cuenta con los elementos mínimos para ejercer su actividad: las presiones de inestabilidad laboral, sobrecargas de trabajo e incluso condiciones violatorias de los derechos laborales más fundamentales, no permiten a nadie desarrollarse profesionalmente. Lo crucial del asunto es que esto genera que otras universidades caracterizadas por su alto nivel académico, opten por seguir ese mismo patrón ante el desajuste entre su modelo educativo y las tendencias imperantes que tiene el mercado.
Lo anterior deja a familias y jóvenes desprovistos de los elementos necesarios para enfrentar una las decisiones más relevantes. Hoy, resulta cuestionable el hecho de que las universidades que no se cansen de anunciar una reputación y una calidad con la que no necesariamente cuentan.
Aprovechan vacaciones
Un ejemplo de especial interés para la sociedad poblana es el caso de la Universidad de las Américas, que por varias décadas pudo legítimamente presumir de ofrecer una educación de calidad, gracias a su compromiso por desarrollar y mantener un modelo de universidad en donde se privilegiaba una educación crítica, conducida por plantas docentes de excelencia.
Sin embargo, a raíz de una serie de despidos y tratos inadecuados a profesores/investigadores, que comenzó en 2006 y que continúan en estos días (aprovechando que los estudiantes se encuentran ya de vacaciones), la UDLAP parece mandar señales de haber entrado en esta carrera hacia abajo, en la cual se reitera el compromiso de construir una calidad académica inigualable, pero en ausencia de sus elementos más fundamentales. Algunos ejemplos concretos lo conforman las sinuosas y difíciles travesías que han tenido que experimentar un buen número de excelentes profesores-investigadores de los departamentos de Relaciones Internacionales y Ciencia Política, de Economía y de Ciencias de la Comunicación por citar sólo algunos.
Debido a lo anterior, cuando se escucha a los voceros de las universidades garantizar una educación de excelencia y competitividad a nivel internacional, ¿qué tan seguros podemos estar de que estas promesas tienen bases reales para cumplirse? Si analizamos los patrones ya mencionados, la respuesta es que no podemos estar seguros. Al mismo tiempo esta preocupante y triste respuesta nos encamina directamente a otra pregunta ¿qué se puede hacer?
Existen varios frentes por medio de los cuales se puede detener esta carrera hacia abajo en la educación. Afortunadamente todavía existen académicos expertos en educación y política pública que se han dedicado a analizar el tema. Aquí quisiéramos, humildemente, presentar sólo tres de estos frentes.
El primero de ellos redunda en que la sociedad, con conocimiento de causa y por medio de premiar y castigar con su decisión, exija que las instituciones educativas no disminuyan, sino que incrementen el nivel de la educación que ofrecen. La clave aquí se hallar en que los miembros de la sociedad se formen un criterio mucho más completo de lo que significa calidad educativa. El otro frente por supuesto lo constituyen las autoridades universitarias que por años han estado comprometidas con un modelo educativo que se resiste a entrar a la carrera hacia abajo. Legítimamente se puede poner en tela de juicio la seriedad y la responsabilidad social de muchas grandes casas de educación del país si deciden ir con la inercia de la carrera hacia abajo en lugar de defender y venerar su función social tan primordial.
Por último, el tercer frente obviamente inmiscuye a las autoridades gubernamentales. Ante un escenario en el cual el consumidor se encuentra cautivo por ofertantes que se niegan a retirarse de la carrera hacia abajo, la teoría más básica en economía política dicta que es la autoridad gubernamental quien debe y puede establecer las regulaciones pertinentes para detener e incluso evitar dicho fenómeno.
En numerosos países los gobiernos han intervenido legítimamente para evitar la profundización de crisis económicas, la disolución de estándares de protección ambiental, laboral, entre otras cosas. Lo preocupante en este caso, es que no es clara la acción por parte de las autoridades gubernamentales que asegure a los jóvenes, padres de familia y sociedad en general una educación que esté a la altura de las circunstancias sociales, de los planes de vida individuales y por supuesto de las colegiaturas.
Publicado en: http://www.statuspuebla.com.mx/index.php?option=com_content&task=view&id=7245&Itemid=72

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